miércoles, 10 de diciembre de 2014

La Ética formal de Kant


LA ÉTICA FORMAL

 Postura de Emmanuel Kant, filósofo alemán que vivió a finales del siglo XVIII

         La teoría ética de Kant parte de un presupuesto gnoseológico. Es decir, la ética depende de lo que según él, el hombre puede o no puede conocer.

         Para Kant, el hombre no puede conocer las cosas como son en sí mismas. Las sensaciones e imágenes de los objetos las elaboramos nosotros, y no sabemos si el resultado coincide o no con la realidad.

         Por lo tanto no es lo mismo para Kant, el objeto “en sí”(noúmeno) que el objeto “para mí”(fenómeno). No podemos conocer la realidad objetiva.

 No conocer la realidad, implica no conocer la verdad.

         De este modo se derrumba para Kant la ética de la felicidad, porque si no sabemos qué es lo que tenemos delante nuestro, ¿cómo conocer su valor?

         Kant descarta absolutamente la ética de la felicidad, ya que la considera totalmente falaz. Como contrapartida nos propone un obrar humano totalmente independiente; una “ética autónoma”.

         Kant desea una voluntad libre que obre por sí misma, desde su mismo interior y no por fuerzas externas. Pero, si no podemos saber si las cosas son buenas o malas, si tienen más o menos valor, resulta difícil comprender cómo su ética puede decir lo que está bien o mal, ya que éste es el objetivo de toda ética.

         Para Kant la ética no puede pronunciarse sobre lo que decidimos, sino que debe pronunciarse sobre cómo lo hemos decidido.
         Lo importante es el modo de la decisión, no su contenido. El punto ético es la forma, el método. Hay un solo modo ético adecuado: la decisión pura. La voluntad no debe obedecer a nada exterior.
        
           ¿Cómo puede la voluntad obrar por sí misma? ¿Simplemente hacer lo que cada uno quiere? ¿No hay normas?  Lo importante para Kant es la coherencia. La voluntad debe cumplir y practicar las obligaciones que ella misma se impone. Cada uno debe ser el que manda y obedece.
        
          A este mandato o automandato Kant lo llama: “el imperativo categórico”.
        
La ética de Kant tiene mandatos categóricos porque no busca conseguir nada, simplemente cumplir con su obligación.

 Más allá de lo rígido que pueda parecernos este planteo, Kant está peleando por la dignidad del hombre. Quiere un hombre no manejado. Un hombre independiente que alcanza su madurez, porque es capaz de hacer lo que debe hacer. Kant quiere una ética que no busque ningún interés, ningún objetivo, para que esa ética no se pueda comprar. El viejo filósofo alemán tiene por allí una frase muy hermosa:

“¿Qué es la dignidad?
La dignidad la tienen aquellas cosas o personas que no se pueden comprar.”

         ¿Hay entonces una ley personal? ¿No existen las leyes universales? ¿Cómo hacer para que los hombres puedan convivir sin una ley común, si sólo existen leyes subjetivas personales?
         Kant enseña que el mandato para la voluntad viene de la razón. La razón humana no se aparta de la lógica, y la lógica pide que no entremos en contradicciones.

         La razón le pedirá a la voluntad que sus decisiones no sean contradictorias, porque de lo contrario resultarán imposibles de realizar.
         ¿Cuándo una decisión es contradictoria? CUANDO NO SE PUEDE UNIVERSALIZAR. Si yo hago algo que al generalizarse, al ser imitado por los demás se convierte en imposible, esa decisión no es éticamente correcta.
 El obrar debe ser racional, y racional significa universal. Si mi obrar no se puede universalizar, no es racional. Por lo tanto es éticamente malo.
De este modo, Kant expresa su gran mandato ético:

“Que tu ley personal, pueda ser ley universal”

         Kant quiere para el hombre, un comportamiento modelo. Lo que hagas, debe ser modelo de acción para todos. Tu decisión debe ser el rumbo que todos deben seguir.
         Por ejemplo:
v  Mentir : ¿Está mal?
         La respuesta es simple: ¿Se puede convertir en ley general, sin caer en contradicción?. No, porque si todos mintieran no tendría sentido ni mentir ni decir la verdad. Ya nadie creería en nadie. Sólo habría una desconfianza universal. Por lo tanto, mentir es éticamente malo.


En la ética de Kant, la razón no le dice a la voluntad lo que está bien o mal. Sólo le dice lo que es posible o imposible:
         Si la decisión que tomamos se expande y se anula, se contradice; por lo tanto no será posible realizarla. Y como sólo importa la independencia del hombre, es éticamente bueno, sólo aquello que el hombre decide por sí mismo y puede sostener.



Para reflexionar la ética formal podemos leer este cuento que nos muestra cómo funciona y ver la forma en la que podemos aplicarla a nuestra vida