EL HOMBRE COMO SER EN RELACIÓN
Donación:
Ser “para” los otros
El hombre no está hecho
para vivir en soledad, sino para entrar en comunicación con los otros hombres.
Ningún hombre puede prescindir de los demás sin mutilar seriamente su propia
humanidad.
El “encuentro” con el otro constituye para el hombre una experiencia
fundamental, que le hace descubrir hasta qué punto su existencia está siempre
orientada hacia los demás, ligada a los otros, en comunión con los otros.
El otro no existe porque se piense en
él o se demuestre su existencia. Se impone por sí mismo, irrumpe en la
existencia aunque no se le espere, está ahí y su presencia constituye una
exigencia de reconocimiento.
La experiencia del “ser con los
otros” significa que el otro se nos revela como un “tú” y necesita ser tratado como persona y no como una cosa. Del
mismo modo, su presencia nos invita a ser “alguien”
delante de él, a que nos dirijamos a él desde nuestro “yo personal”.
A través de esta relación
interpersonal es como el hombre descubre su propia realidad como persona y se
realiza como tal; es así también como va conformando su identidad, de aquí la importancia de la vincularidad humanizadora.
En la posibilidad y necesidad de ser
reconocidos y de poder reconocer a los demás como personas se pone en juego el sentido de la vida. Por esto, ser
hombre es vivir precisamente esta dimensión intersubjetiva.
Ahora bien, el hombre no existe sólo
con los otros sino, para los otros. Este “ser
para los otros” se manifiesta y se desarrolla fundamentalmente a través de la experiencia de amor: del amor
recibido de los otros y del amor ofrecido a los otros.
Para
que el hombre pueda realizarse como persona, es absolutamente necesario que sea
reconocido como “alguien” por los otros, lo cual equivale a ser amado profunda
y gratuitamente.
El amor recibido de los otros es uno de los factores más
importantes para el desarrollo y el
equilibrio de la persona. A través de él, el hombre toma conciencia de sí mismo
y de su propia dignidad: tiene la
experiencia de ser “alguien junto a los
otros”.
En la medida en que el hombre se
siente amado y reconocido por otro, descubre que él mismo está hecho para el
amor.
La
experiencia del amor recibido incluye la exigencia de la reciprocidad. El hombre realizado es aquel que
consigue vivir un auténtico y real amor a los otros. Por lo tanto, el camino de
la propia realización personal, pasa por el descubrimiento de la vida como “don
de sí” a los otros.
Sólo quien se siente amado y ama al mismo
tiempo,
descubre su propia valía personal y el sentido de su vida,
y se ve
movilizado a realizar lo que el otro espera de él.
Para que el amor interpersonal sea verdadero y
auténtico, necesita ser:
v Incondicional: no se ama al otro por lo que tiene, sino por lo
que es.
v Desinteresado: excluye cualquier tipo de ventaja, explotación o
enriquecimiento a costa del otro.
v Creativo: intenta promocionar al otro desde las diversas
situaciones en las que se encuentra.
El amor entre las personas no es posible sin la
promoción del otro. El amor efectivo implica una acción real para construir un
mundo más humano, donde el otro pueda realizarse plenamente como hombre.
Incomunicación: Ser
“contra” los otros
El
hombre puede fracasar, y de hecho, fracasa; no siempre su relación con los demás
tiene las características que hacen que tanto él como los otros, se realicen
como personas. Entonces, se convierte en un “ser – contra – los – otros”.
Esta situación puede ser vivida de
múltiples formas según los diferentes tipos de personas y situaciones humanas.
De
un modo general, la incomunicación podemos clasificarla como:
Ø Agresividad: es
una forma distorsionada de comunicación con el otro. Supone el rechazo del ser
personal del otro distinto al nuestro, situándose en oposición frente a él.
Ø Cosificación: la
relación humana se comercializa. El “otro” deja de existir como otro, para
convertirse en una “cosa”. Se necesita al otro y se lo quiere tener cerca, pero
para poder competir mejor con él, o para servirse de él.
Ø Aislamiento: es
la negación más radical del hombre como ser en relación. Se puede ser un hombre
abandonado de los demás, o un hombre que abandona a los demás. En ambos casos,
el hombre queda aislado, encerrado en sí mismo. El hombre solitario, no se
encuentra situado frente a nadie. Sólo se sitúa frente a sus cosas. Crea su
propio mundo, pequeño y narcisista, en el que él mismo es una cosa más.
El hombre es un ser que
existe junto con otros hombres; es persona porque puede trascenderse a sí
mismo. Por lo tanto se hace más persona
cuando se encuentra con un “tú”, se abre y se entrega al otro.
Abrirse a un tipo de relación
plenamente humana y constructiva, es el término de un largo proceso de
personalización. El hombre necesita, a través de este proceso de
personalización, afrontar las realidades de la convivencia, de la amistad, del
amor de la sociedad, de la cultura.