jueves, 11 de diciembre de 2014

El Hombre como ser en relación. Vincularidad

EL HOMBRE COMO SER EN RELACIÓN

Donación: Ser “para” los otros


El hombre no está hecho para vivir en soledad, sino para entrar en comunicación con los otros hombres. Ningún hombre puede prescindir de los demás sin mutilar seriamente su propia humanidad.

            El “encuentro” con el otro constituye para el hombre una experiencia fundamental, que le hace descubrir hasta qué punto su existencia está siempre orientada hacia los demás, ligada a los otros, en comunión con los otros.

            El otro no existe porque se piense en él o se demuestre su existencia. Se impone por sí mismo, irrumpe en la existencia aunque no se le espere, está ahí y su presencia constituye una exigencia de reconocimiento.

            La experiencia del “ser con los otros” significa que el otro se nos revela como un “tú” y necesita ser tratado como persona y no como una cosa. Del mismo modo, su presencia nos invita a ser “alguien” delante de él, a que nos dirijamos a él desde nuestro “yo personal”.
         
          A través de esta relación interpersonal es como el hombre descubre su propia realidad como persona y se realiza como tal; es así también como va conformando su identidad, de aquí la importancia de la vincularidad humanizadora.
            
        En la posibilidad y necesidad de ser reconocidos y de poder reconocer a los demás como personas se pone en juego el sentido de la vida. Por esto, ser hombre es vivir precisamente esta dimensión intersubjetiva.
            Ahora bien, el hombre no existe sólo con los otros sino, para los otros. Este “ser para los otros” se manifiesta y se desarrolla fundamentalmente a través de la experiencia de amor: del amor recibido de los otros y del amor ofrecido a los otros.
            
          Para que el hombre pueda realizarse como persona, es absolutamente necesario que sea reconocido como “alguien” por los otros, lo cual equivale a ser amado profunda y gratuitamente.
         
          El amor recibido  de los otros es uno de los factores más importantes para el desarrollo  y el equilibrio de la persona. A través de él, el hombre toma conciencia de sí mismo y de su propia dignidad: tiene la experiencia de ser “alguien junto a los otros”.
          
         En la medida en que el hombre se siente amado y reconocido por otro, descubre que él mismo está hecho para el amor.
 La experiencia del amor recibido incluye la exigencia de la reciprocidad.       El hombre realizado es aquel que consigue vivir un auténtico y real amor a los otros. Por lo tanto, el camino de la propia realización personal, pasa por el descubrimiento de la vida como “don de sí” a los otros.

 Sólo quien se siente amado y ama al mismo tiempo,
 descubre su propia valía personal y el sentido de su vida, 
y se ve movilizado a realizar lo que el otro espera de él.



Para que el amor interpersonal sea verdadero y auténtico, necesita ser:

v  Incondicional: no se ama al otro por lo que tiene, sino por lo que es.
v  Desinteresado: excluye cualquier tipo de ventaja, explotación o enriquecimiento a costa del otro.
v  Creativo: intenta promocionar al otro desde las diversas situaciones en las que se encuentra.

El amor entre las personas no es posible sin la promoción del otro. El amor efectivo implica una acción real para construir un mundo más humano, donde el otro pueda realizarse plenamente como hombre.

 

Incomunicación: Ser “contra” los otros


            El hombre puede fracasar, y de hecho, fracasa; no siempre su relación con los demás tiene las características que hacen que tanto él como los otros, se realicen como personas. Entonces, se convierte en un “ser – contra – los – otros”.
            Esta situación puede ser vivida de múltiples formas según los diferentes tipos de personas y situaciones humanas.
            De un modo general, la incomunicación podemos clasificarla como:

Ø  Agresividad: es una forma distorsionada de comunicación con el otro. Supone el rechazo del ser personal del otro distinto al nuestro, situándose en oposición frente a él.

Ø  Cosificación: la relación humana se comercializa. El “otro” deja de existir como otro, para convertirse en una “cosa”. Se necesita al otro y se lo quiere tener cerca, pero para poder competir mejor con él, o para servirse de él.

Ø  Aislamiento: es la negación más radical del hombre como ser en relación. Se puede ser un hombre abandonado de los demás, o un hombre que abandona a los demás. En ambos casos, el hombre queda aislado, encerrado en sí mismo. El hombre solitario, no se encuentra situado frente a nadie. Sólo se sitúa frente a sus cosas. Crea su propio mundo, pequeño y narcisista, en el que él mismo es una cosa más.


El hombre es un ser que existe junto con otros hombres; es persona porque puede trascenderse a sí mismo. Por lo tanto se hace más persona  cuando se encuentra con un “tú”, se abre y se entrega al otro.

         
          Abrirse a un tipo de relación plenamente humana y constructiva, es el término de un largo proceso de personalización. El hombre necesita, a través de este proceso de personalización, afrontar las realidades de la convivencia, de la amistad, del amor de la sociedad, de la cultura.






miércoles, 10 de diciembre de 2014

La Ética formal de Kant


LA ÉTICA FORMAL

 Postura de Emmanuel Kant, filósofo alemán que vivió a finales del siglo XVIII

         La teoría ética de Kant parte de un presupuesto gnoseológico. Es decir, la ética depende de lo que según él, el hombre puede o no puede conocer.

         Para Kant, el hombre no puede conocer las cosas como son en sí mismas. Las sensaciones e imágenes de los objetos las elaboramos nosotros, y no sabemos si el resultado coincide o no con la realidad.

         Por lo tanto no es lo mismo para Kant, el objeto “en sí”(noúmeno) que el objeto “para mí”(fenómeno). No podemos conocer la realidad objetiva.

 No conocer la realidad, implica no conocer la verdad.

         De este modo se derrumba para Kant la ética de la felicidad, porque si no sabemos qué es lo que tenemos delante nuestro, ¿cómo conocer su valor?

         Kant descarta absolutamente la ética de la felicidad, ya que la considera totalmente falaz. Como contrapartida nos propone un obrar humano totalmente independiente; una “ética autónoma”.

         Kant desea una voluntad libre que obre por sí misma, desde su mismo interior y no por fuerzas externas. Pero, si no podemos saber si las cosas son buenas o malas, si tienen más o menos valor, resulta difícil comprender cómo su ética puede decir lo que está bien o mal, ya que éste es el objetivo de toda ética.

         Para Kant la ética no puede pronunciarse sobre lo que decidimos, sino que debe pronunciarse sobre cómo lo hemos decidido.
         Lo importante es el modo de la decisión, no su contenido. El punto ético es la forma, el método. Hay un solo modo ético adecuado: la decisión pura. La voluntad no debe obedecer a nada exterior.
        
           ¿Cómo puede la voluntad obrar por sí misma? ¿Simplemente hacer lo que cada uno quiere? ¿No hay normas?  Lo importante para Kant es la coherencia. La voluntad debe cumplir y practicar las obligaciones que ella misma se impone. Cada uno debe ser el que manda y obedece.
        
          A este mandato o automandato Kant lo llama: “el imperativo categórico”.
        
La ética de Kant tiene mandatos categóricos porque no busca conseguir nada, simplemente cumplir con su obligación.

 Más allá de lo rígido que pueda parecernos este planteo, Kant está peleando por la dignidad del hombre. Quiere un hombre no manejado. Un hombre independiente que alcanza su madurez, porque es capaz de hacer lo que debe hacer. Kant quiere una ética que no busque ningún interés, ningún objetivo, para que esa ética no se pueda comprar. El viejo filósofo alemán tiene por allí una frase muy hermosa:

“¿Qué es la dignidad?
La dignidad la tienen aquellas cosas o personas que no se pueden comprar.”

         ¿Hay entonces una ley personal? ¿No existen las leyes universales? ¿Cómo hacer para que los hombres puedan convivir sin una ley común, si sólo existen leyes subjetivas personales?
         Kant enseña que el mandato para la voluntad viene de la razón. La razón humana no se aparta de la lógica, y la lógica pide que no entremos en contradicciones.

         La razón le pedirá a la voluntad que sus decisiones no sean contradictorias, porque de lo contrario resultarán imposibles de realizar.
         ¿Cuándo una decisión es contradictoria? CUANDO NO SE PUEDE UNIVERSALIZAR. Si yo hago algo que al generalizarse, al ser imitado por los demás se convierte en imposible, esa decisión no es éticamente correcta.
 El obrar debe ser racional, y racional significa universal. Si mi obrar no se puede universalizar, no es racional. Por lo tanto es éticamente malo.
De este modo, Kant expresa su gran mandato ético:

“Que tu ley personal, pueda ser ley universal”

         Kant quiere para el hombre, un comportamiento modelo. Lo que hagas, debe ser modelo de acción para todos. Tu decisión debe ser el rumbo que todos deben seguir.
         Por ejemplo:
v  Mentir : ¿Está mal?
         La respuesta es simple: ¿Se puede convertir en ley general, sin caer en contradicción?. No, porque si todos mintieran no tendría sentido ni mentir ni decir la verdad. Ya nadie creería en nadie. Sólo habría una desconfianza universal. Por lo tanto, mentir es éticamente malo.


En la ética de Kant, la razón no le dice a la voluntad lo que está bien o mal. Sólo le dice lo que es posible o imposible:
         Si la decisión que tomamos se expande y se anula, se contradice; por lo tanto no será posible realizarla. Y como sólo importa la independencia del hombre, es éticamente bueno, sólo aquello que el hombre decide por sí mismo y puede sostener.



Para reflexionar la ética formal podemos leer este cuento que nos muestra cómo funciona y ver la forma en la que podemos aplicarla a nuestra vida




La Ética existencialista de Jean Paul Sartre

LA ÉTICA EXISTENCIALISTA

Postura asumida por Jean Paul Sartre, filósofo francés nacido a comienzos del siglo XX


Para entender la postura ética de Sartre, hay que atender a su planteo metafísico.
Diferenciando la esencia de la existencia, Sartre hace su opción radical por la existencia.
La esencia, es la estructura de las cosas, lo que no cambia. La existencia, en cambio, es la historia concreta de las cosas, su desarrollo en el tiempo. La esencia se caracteriza por la quietud, la permanencia; la existencia es el camino constantemente en cambio de las cosas.
De este modo, Sartre entiende a la realidad, como un estado permanente de cambios, donde nada está anticipado ni hecho de antemano. Cada cosa es absolutamente original en relación al momento en que sucede y al sujeto que la realiza.
Si las cosas están hechas, si tienen una realidad permanente y definida, el hombre no tiene opción frente a ellas. La ética de Sartre es una ética de la total libertad. Como nada está hecho, nada es bueno o malo. Es el hombre el que decide qué es bueno o malo.
El hombre no descubre los valores, sino que los crea. Se puede hablar de normas morales, pero sólo en un terreno abstracto: la realidad es tan concreta como imprevisible.

“¿Quién puede saber lo que ocurrirá mañana o dentro de un instante?
Cada hombre vive en una SITUACIÓN ORIGINAL  que proviene de su historia.
Esta situación concreta no puede estar contenida en ninguna norma,
porque hay millones de situaciones,
 tantas como los millones de hombres que existen.
Si el hombre se ata a una norma fija y general 
no puede atender a su situación, ya que nadie podía preverla de antemano
porque es absolutamente nueva y original.”
                                
         La ética es para Sartre, una constante invención. No hay un bien y un mal, el hombre los crea a cada instante. Si existen o existieron doctrinas morales que establecían el bien y el mal, es porque el hombre ha tenido miedo de asumir su propia libertad y, se la ha entregado a otros. 


El hombre suele experimentar
 la angustia existencial de ser libre”.

         Sartre considera que la idea de Dios (considerada tradicionalmente como la que establece el bien y el mal) debe ser destruida.

         Es el hombre quien crea el bien y el mal. El hombre es dios. Dios debe desaparecer si es el enemigo de la libertad.

         El planteo que sigue, es determinar cómo hace el hombre para decidir y, en definitiva, si en el planteo sartreano es posible la convivencia entre los hombres sin dañar la libertad individual.
         Sartre asegura que lo que cada uno elige, no puede destruir la convivencia social si su elección es buena desde el punto de vista ético. La creación de valores se hace en un marco  social y comunitario.

         Se elige frente al otro que juzga.

         Entonces, la propuesta de Sartre es una ética de plena libertad, donde se respeten las situaciones concretas propias de cada hombre, y no se las juzgue bajo una medición objetiva o universal, dado que toda situación personal es absolutamente única y original.


“El hombre es absolutamente responsable,
no cuando obedece a unas normas,
sino cuando tiene la capacidad de crearlas”.



Para reflexionar sobre el existencialismo francés podemos leer la novela de Muriel Barbery "La elegancia del erizo"

http://espanol.free-ebooks.net/ebook/La-elegancia-del-erizo


O podemos ver la película dirigida por  Mona Achache

http://www.maxipelis.com/pelicula/ver-on...






Para leer:

http://exordio.qfb.umich.mx/archivos%20pdf%20de%20trabajo%20umsnh/Leer%20escribir%20PDF%202014/Sartre-existencialismoeshumanismo.pdf



La Ética axiológica de Max Scheler

 

LA ÉTICA AXIOLÓGICA

Postura correspondiente a Max Scheler, filósofo alemán que vivió los finales del siglo XIX y los comienzos del XX


         La ética de Scheler se llama axiológica por el origen griego de la palabra. En griego esta palabra se emparenta con la noción de eje, punto de referencia, actualmente se relaciona con el término “valor”.

         Por lo tanto, una ética axiológica es una ética de los valores.
         Scheler conoce todos los principios de la ética de la felicidad, pero centra su pensamiento en la “objetividad de los valores”.

         Recordemos que detrás de cada hombre hay una escala de valores, pero el problema para Scheler es aceptar o no que existe una escala de valores universal.
Según Scheler, hay una escala que está allí, para todos. Se puede aceptar o no, pero existe. Esto es muy importante, porque de ser así se podría evaluar la escala de cada persona. Se podría decir que es correcta o incorrecta, según esté de acuerdo o no con la escala universal.
         Scheler piensa que los valores no son creados por los hombres, sino que están en el mundo y el hombre, en algún momento, los descubre.

         Cuando decimos: “¡Qué gran inteligencia y sensibilidad tiene esta persona!”. ¿No estamos afirmando que esos valores están en ella y que en ese momento los descubrimos? De ningún modo decimos: “¡Qué grandes valores quiero yo que tenga esta persona!”.

         El juicio de valor descubre y no proyecta. Por lo tanto, para Scheler los valores están en el mundo antes de que nosotros los descubramos; es decir son absolutamente objetivos.
         Poniendo un ejemplo: Los adolescentes suelen subestimar a sus padres. Cuando se llega a adulto hay una recuperación de las figuras paternas: “¡Cuánta sabiduría tenía mi padre!”. Esa sabiduría estaba allí y lamentamos descubrirla un poco tarde. No la inventamos, siempre estuvo en la persona, pero en un momento determinado se nos muestra.

         Por lo tanto:

“Si los valores están en el mundo,
también hay una escala de valores en las cosas,
 que nadie puede haber creado y que todos deben respetar.”


         Scheler afirma que los valores se captan con los sentimientos. Si el valor es un bien atractivo, la atracción la experimenta “el corazón humano”.
         Nuestros sentimientos seleccionan, captan y ordenan el valor de las cosas. Luego, la inteligencia asume el valor reflexivamente.
         Ahora bien, los valores ¿se aman antes de ser conocidos?
         O mejor dicho ¿se conocen cuando se los ama?
         El objeto del amor humano es el otro ser humano. Para que un valor sea atractivo, debe estar presente en una persona. Al amar a una persona se aman sus valores. Resulta entonces primordial que existan personas que encarnen valores: que existan modelos.

Cuando la persona se identifica en grado supremo con un valor surge “el santo”, “el héroe”, o “el genio”.

“El santo, encarna el encuentro con lo divino;
 el héroe, encarna el valor de la voluntad por lograr lo noble;
el genio, encarna la búsqueda de la verdad, de lo bello”.

         Todo esto tiene una real aplicación en el aspecto educativo. La educación comienza por el amor, no se puede aprender del que no se ama. Porque el amor es quien recibe los valores, no la mera inteligencia.
La educación es una relación humana, un encuentro entre personas. El educador que gana el corazón de sus alumnos, tiene ganada la mayor parte de su tarea; porque encontrará corazones abiertos para recibir valores. Pero, no es suficiente lo afectivo si no hay valores para transmitir.
         Scheler entiende que hay en el hombre cuatro niveles de realidad:

1)   El nivel Sensorial: lo agradable, lo placentero etc.
2)   El nivel Vital: la salud, el bienestar, la prosperidad, etc.
3)   El nivel del Alma: la belleza, la justicia, la verdad, etc.
4)   El nivel del Espíritu: lo sagrado, la fe. En este último nivel el hombre se afirma como persona y afirma su libertad.

En consecuencia los valores espirituales son los primeros para Scheler. De aquí que la “santidad”, sea para este autor el modelo humano más rico.
En la perspectiva de Scheler, santo sería aquel que vive más intensamente; es decir, será más santo aquel que sea más realizado, más humano, más plenamente persona.
En la medida en que el hombre es capaz de amar, es capaz de captar los valores que están en el mundo, y de este modo es capaz de “hacerse cada vez más santo”

“Los valores que cada uno tiene,
los toma de las personas que ha amado.”



Para leer: