sábado, 11 de marzo de 2017

Platón (Atenas, 427 - 347 a. C.)

Platón nació hacia el año 427 a. C. en Atenas en el seno de una familia aristocrática ateniense.
El nombre de Platón fue, al parecer, el apodo que le puso su profesor de gimnasia y que se traduce como aquel que tiene anchas espaldas, según recoge  Su nombre verdadero fue Aristocles.

Junto con su maestro Sócrates y su discípulo Aristóteles, Platón es la figura central de los tres grandes pensadores en que se asienta toda la tradición filosófica occidental.
Nacido en el seno de una familia aristocrática, Platón abandonó su inicial vocación política y sus aficiones literarias por la filosofía, atraído por Sócrates. Fue su discípulo durante veinte años y se enfrentó abiertamente a los sofistas. Tras la condena a muerte de Sócrates (399 a. C.), huyó de Atenas y se apartó completamente de la vida pública; no obstante, los temas políticos ocuparon siempre un lugar central en su pensamiento, y llegó a concebir un modelo ideal de Estado.




Platón conoció a Sócrates a la edad de 20 años. A partir de allí, fue uno de los miembros más cercanos del círculo socrático hasta que en 399, Sócrates, que contaba unos setenta años, fue condenado a la pena de muerte por el tribunal popular ateniense, acusado de "impiedad" (es decir, de no creer en los dioses o de ofenderlos) y de "corromper a la juventud".
Viajó por Oriente y el sur de Italia, donde entró en contacto con los discípulos de Pitágoras, tras una negativa experiencia en Siracusa como asesor en la corte del rey Dionisio I el Viejo, pasó algún tiempo prisionero de unos piratas, hasta que fue rescatado y pudo regresar a Atenas. Allí fundó en el año 387 una escuela de filosofía, situada en las afueras de la ciudad, junto al jardín dedicado al héroe Academo, de donde procede el nombre de Academia. 





La Academia de Platón, organizada con sus reglamentos, contaba con una residencia de estudiantes, biblioteca, aulas y seminarios especializados, y fue el precedente y modelo de las modernas instituciones universitarias.
En ella se estudiaba y se investigaba sobre todo tipo de asuntos, dado que la filosofía englobaba la totalidad del saber, hasta que paulatinamente fueron apareciendo (en la propia Academia) las disciplinas especializadas que darían lugar a ramas diferenciadas del saber, como la Lógica, la Ética o la Física. Pervivió más de novecientos años y en ella se educaron personajes de importancia tan fundamental como su discípulo Aristóteles
A diferencia de Sócrates, que no dejó obra escrita, los trabajos de Platón se han conservado casi completos. La mayor parte están escritos en forma dialogada; de hecho, Platón fue el primer autor que utilizó el diálogo para exponer un pensamiento filosófico, y tal forma constituía ya por sí misma un elemento cultural nuevo: la contraposición de distintos puntos de vista y la caracterización psicológica de los interlocutores fueron indicadores de una nueva cultura en la que ya no tenía cabida la expresión poética u oracular, sino el debate para establecer un conocimiento cuya legitimación residía en el libre intercambio de puntos de vista y no en la simple enunciación.


La teoría de las Ideas

La doctrina de las Ideas se fundamenta en la asunción de que más allá del mundo de los objetos físicos existe lo que Platón llama el mundo inteligible. Tal mundo es un reino espiritual constituido por una pluralidad de ideas, como la idea de Belleza o la de Justicia. Las ideas son perfectas, eternas e inmutables; son también inmateriales, simples e indivisibles.
El mundo de las Ideas, aprehensible sólo por la mente, es eterno e inmutable. Cada idea del mundo inteligible es el modelo de una categoría particular de cosas del mundo sensible, es decir, del universo o mundo material en que vivimos, constituido por una pluralidad de seres cuyas propiedades son opuestas a las de las Ideas: son cambiantes, imperfectas, perecederas. En el mundo inteligible residen las ideas de Piedra, Árbol, Color, Belleza o Justicia, etc.; y las cosas del mundo sensible son sólo imitación o participación  de tales ideas, es decir, copias imperfectas de estas ideas perfectas.
Sólo el mundo inteligible es el verdadero ser, la verdadera realidad; el mundo sensible es mera apariencia de ser. Dado que el mundo físico, que se percibe mediante los sentidos, está sometido a continuo cambio y degeneración, el conocimiento derivado de él es restringido e inconstante; es un mundo de apariencias que solamente puede engendrar opinión (doxa) mejor o peor fundamentada, pero siempre carente de valor. El verdadero conocimiento (epistéme) es el conocimiento de las Ideas.
Existe pues un mundo inteligible, el de las Ideas, que posibilita el conocimiento, y un mundo sensible, el nuestro. Esa misma dualidad se da en el ser humano. El hombre es un compuesto de dos realidades distintas unidas accidentalmente: el cuerpo mortal (relacionado con el mundo sensible) y el alma inmortal (perteneciente al mundo de las Ideas, que contempló antes de unirse al cuerpo). El cuerpo, formado con materia, es imperfecto y mutable; es, en definitiva, igual de despreciable que todo lo material. De hecho, la abismal diferencia entre el nulo valor del cuerpo y el altísimo del alma lleva a Platón a afirmar que "el hombre es su alma" y que "el cuerpo es la cárcel del alma"
Platón explicó el origen del alma mediante la "alegoría del carro alado", que se encuentra en el Fedro. Las almas residen desde la eternidad en un lugar celeste, donde son felices contemplando las Ideas; marchan en procesión, cada una de ellas sobre un carro conducido por un auriga y tirado por dos caballos alados, uno blanco y otro negro. En un momento dado el caballo negro se desboca, el carro se sale del camino y el alma cae al mundo sensible. Es decir, las almas se encarnaron en cuerpos del mundo sensible por una falta de su aspecto concupiscible (el caballo negro; el blanco representa el pasional o irascible), que la razón (el auriga) no pudo evitar.
El alma, pues, se halla encarnada en el cuerpo por una falta cometida; de ahí que el cuerpo sea como la cárcel del alma. La unión de alma y cuerpo es accidental (el lugar natural del alma es el mundo de las Ideas) e incómoda. El alma se ve obligada a regir el cuerpo como el jinete al caballo, o como el piloto a la nave. Sin embargo, su aspiración es liberarse del cuerpo, y para ello deberá aplicar sus esfuerzos a purificarse. Las almas que logren tal purificación regresarán al mundo de las Ideas tras la muerte del cuerpo; las que no, irán a la región infernal del Hades, donde, tras un período de tormentos (específicos para cada alma según las faltas cometidas), se les permitirá elegir un nuevo cuerpo en el que reencarnarse.

La alegoría de la caverna, escrita en La República, sintetiza y expone el pensamiento platónico y su teoría sobre el conocimiento. La importancia del esfuerzo para superar el conocimiento sensible y llegar, mediante la elevación espiritual, al conocimiento racional considerado por Platón como el único capaz de llegar a ser Ciencia

Alegoría de la Caverna


LA ALEGORÍA DE LA CAVERNA”              
             
                   - Compara nuestra naturaleza a una condición de este género... En una caverna subterránea, con una entrada tan grande como la caverna toda, abierta hacia la luz, imagina hombres que se hallan allí desde que eran niños con cepos en el cuello y las piernas, sin poder moverse ni mirar en otra dirección sino hacia delante, impedidos de volver la cabeza por las cadenas. Y lejos, en lo alto, detrás a sus espaldas, arde una luz de fuego y en el espacio intermedio entre el fuego y los prisioneros asciende un camino, a lo largo del cual se levanta un muro a modo de los reparos colocados entre los titiriteros y los espectadores, sobre los que ellos exhiben sus habilidades.
               - Me lo imagino completamente, dijo.
               - Contempla, a lo largo del muro, hombres que llevan diversos elementos que sobresalen sobre el nivel del muro, estatuas y otras figuras de animales en piedra o madera y artículos fabricados de todas las especies...
- Extraña imagen y extraños prisioneros.
               - Semejante a nosotros... Éstos, ante todo, ¿crees quizás que pueden ver alguna otra cosa de sí mismos y de los otros, sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la pared de la caverna que están delante de ellos... y también de la misma manera respecto a los objetos llevados a lo largo del muro?... Pues si pudiesen hablar entre ellos, ¿no crees que opinarían poder hablar de estas sombras que ven como si fuesen objetos reales presentes?
               - Sin duda, en tales condiciones, no creerían que lo verdadero fuese otra cosa sino las sombras de los objetos..
               - Y cuando uno de ellos fuese liberado y obligado repentinamente a alzarse y girar el cuello y caminar hacia la luz... ¿no sentiría dolor en los ojos y huiría volviéndose a las sombras que puede mirar, y no creería que éstas son más claras que los objetos que le hubiesen mostrado?
               - Sí...
               - Y si alguien lo arrastrase a la fuerza por la áspera y ardua salida y no lo dejase antes de haberlo llevado a la luz del sol, ... ¿no se quejaría y no se irritaría de ser arrastrado y después llevado a la luz ... y con los ojos deslumbrados podría ver siquiera una de las cosas verdaderas?
               - No, ciertamente, en el primer instante.
               - Sería necesario que se habituara para mirar los objetos de ahí arriba. Y, al principio, vería más fácilmente las sombras, y después las imágenes de los hombres reflejadas en el agua y después los cuerpos mismos; enseguida, los del cielo y al mismo cielo le sería más fácil mirarlo de noche... y por último, creo, el sol... por sí mismo... Recordando la morada anterior... ¿no crees que él se felicite del cambio y experimente conmiseración por las suertes de los otros?...
               - Creo que en verdad, preferiría cualquier sufrimiento a aquella vida de antes.
               - Pero considera aún lo siguiente: si volviendo a descender ocupase de nuevo el mismo puesto, ... ¿no tendría los ojos llenos de tinieblas al venir inmediatamente del sol?... Y si debiese nuevamente competir para distinguir esas sombras con los que habían permanecido siempre en los cepos, él, mientras permaneciera deslumbrado, ¿no causaría la risa y haría decir a los demás que la ascensión le había gastado los ojos?
               - Pero si alguno tuviese inteligencia... indagaría si, viniendo de vida más luminosa, se encuentra oscurecido por falta de hábito a la oscuridad o bien si, llegando de mayor ignorancia a una mayor luz, está deslumbrado por el excesivo fulgor.”

                                                                        Platón
                                                                   La República (Libro VII)










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