La pregunta filosófica
El darse cuenta de que para preguntar por lo que existe, pero por todo lo que existe, no es fácil. Se empieza a ejercer un acto propio del filosofar: la capacidad de pensar en lo pensado.
Ese pensar sobre lo que se piensa es la reflexión, el elemento de inicio de ese proceso de pensar.
El pensar filosófico no es el pensamiento de todos los días. La pregunta filosófica es existencial porque su respuesta cambia la existencia de aquel que se pregunta, pero no es una pregunta particular que implique nuestros deseos, emociones, nuestra personal existencia. Es simplemente lo que llamamos una pregunta objetiva. A este tipo de pregunta se les denomina preguntas universales: preguntas que dejan de lado lo particular. Se centra en la dimensión racional y reflexiva.
Así, la razón es el punto de partida del pensar filosófico. Este tiene un carácter de trascendencia; que va más allá de lo efímero, lo particular. No es sólo una manera más de pensar el mundo, sino que implica también una actitud. La actitud es la manera de activar la conciencia.
En el momento en que el hombre comienza a reflexionar, y se da cuenta de que está pensando, también se convierte en responsable de lo que piensa, y por tanto, también responsable de lo que hace.
El objeto de la filosofía no está nunca fuera del mundo. Busca la Verdad del mundo y de las cosas.
La actitud de asombro, es decir, ya no sólo ver la realidad de todos los días, sino aprender a verla con otros ojos, admirarse ante lo cotidiano. Así, las preguntas filosóficas parten de la admiración, ante lo aparentemente ya visto, redescubren, re significan y conducen a nuevas preguntas. El saber asombrarse es lo que conduce a preguntase por el “por qué” de las cosas. El por qué conduce al análisis, y éste al conocimiento y razonamiento expresado mediante un argumento.
El filósofo se dedica a observar, aprender a ver con atención; pueden relacionar lo que está ante mis ojos con el conjunto de cosas que nos rodean, con la totalidad. Vinculan la parte con el todo. Esto es la capacidad de integración o de totalización, ya que permite la “prospectiva”, la capacidad para pensar escenarios futuros en el presente.
La actitud filosófica radica en la aparente “inutilidad” de sus preguntas. Esta aparente inutilidad es la que descubre la verdadera “utilidad” de las cosas, el despertar de lo que existe en la realidad.
Así, todo pensar filosófico está condicionado por las condiciones históricas y sociales de quien reflexiona y se expresará mediante argumentos explicativos para encontrar una manera de aprender a vivir mejor, a convivir unos con otros y a tratar de ser feliz.